
Cada vez son más los centros educativos que disponen de certificaciones de calidad. La certificación, por una entidad independiente y de reconocido prestigio, es una eficaz herramienta de mejora de la calidad, competitividad y eficiencia de los centros, pero además pueden jugar una función importante en el marketing educativo. A veces es importante no solo hacer las cosas con ciertos criterios y protocolos, sino también poder mostrarlo o demostrarlo. Hemos visto crecer la competencia en el sector educativo en los últimos años y es por ello que los centros tienen que prestar más atención que nunca a conseguir puntos “extra” en diferentes ámbitos y una forma de diferenciación pueden ser esos sellos.
A la hora de elegir a qué sellos optar dependerá de dónde quiera poner el foco el centro educativo. Se puede situar en el plano de la calidad y optar por ejemplo por la norma internacional ISO 9001 que es la herramienta de gestión de la calidad más extendida en el mundo o bien en la excelencia, a través del modelo EFQM. Ramón Palacios, Gerente de Calidad Avanzada de AENOR explica que han notado un aumento entre sus clientes de centros educativos: “Y no sólo en la norma ISO 9001 y en el modelo EFQM, sino también en otros más enfocados al sector educativo como el i3e de Inteligencia Emocional, el de calidad y seguridad para escuelas infantiles conforme a la norma UNE 172402 o el de formación virtual según UNE 66181. También en otros ámbitos, como Gestión Ambiental ISO 14001, Gestión de la Seguridad y Salud en el Trabajo OHSAS 18001, Gestión de la Energía ISO 50001, Gestión de I+D+i o Accesibilidad UNE 170001”.
En el Club Excelencia en Gestión también han notado más movimiento en el entorno educativo. Su Responsable del Esquema de Reconocimiento, Susana Fábregas, explica respecto al EFQM que “en el caso de los colegios, hablamos sobre todo de centros concertados y privados y en de las universidades, especialmente de universidades públicas, pero en ambos, buscan en el Sello de Excelencia EFQM una oportunidad de mejora y una forma de diferenciación a nivel europeo, de reconocer aquello que están haciendo bien en su organización”.
Antes de lanzarse a optar al reconocimiento de un sello el centro tendrá que analizar si está preparado para trabajar en ese nuevo reto y cambiar ciertos protocolos de trabajo. Fábregas aconseja que “Lo primero que hace falta es tener un liderazgo claro por parte de la Dirección; que esta esté convencida de las bondades del modelo y de los beneficios que va a obtener al embarcarse en este proyecto. Y lo segundo que hay que hacer es implicar, por una parte, al personal de la organización para que todos remen en la misma dirección y, también en determinados momentos, al resto de grupos de interés: alumnos, padres, entorno en el que estén situados, etc.”.
Respecto al proceso de obtención, en primer lugar el centro debe implantar la norma a la que se refiera la certificación. Para ello, es habitual solicitar la colaboración de una consultora. Una vez implantada la norma, la entidad emisora del certificado lo audita. Esta entidad realiza una primera auditoría, en la que si se detectan ‘no conformidades’ o incumplimientos de las normas se da un plazo para subsanarlas. Las certificaciones se adaptan a las peculiaridades de cada centro y son no prescriptivas, es decir son un marco de gestión global que cada centro puede interpretar y aplicar de la forma que mejor encaje con su estructura y estrategia. En cuanto a la duración, en general las certificaciones suelen tener un plazo de dos o tres años. Durante ese tiempo, la empresa se compromete a someterse auditorías anuales de revisión con el objetivo de comprobar que la norma se sigue cumpliendo.
Respecto a su función en el marketing educativo, “cuando un centro educativo, después de un proceso exigente de Evaluación externa, obtiene un Sello de Excelencia EFQM, está demostrando su preocupación por la búsqueda de la mejora continua. Es una forma de lanzar un mensaje de transparencia y confianza a la sociedad. Todo esto, mejora la imagen y la competitividad de los centros educativos que poseen un reconocimiento a la Excelencia”, apunta Fábregas.
Las ventajas de un certificado de calidad son numerosas, aunque se pueden resumir en tres, fundamentalmente, describe Palacios: “mejora los procesos y elimina los costes, incluidos los directamente monetarios, de la ‘no calidad’; logra una mayor implicación de los profesionales con el trabajo bien hecho y de forma sostenible y, además, conlleva una mayor convicción en la transmisión del compromiso con la calidad a todos los públicos de un centro”. Y Fábregas añade: “Cuando un centro educativo, después de un proceso exigente de Evaluación externa, obtiene un Sello de Excelencia EFQM, está demostrando su preocupación por la búsqueda de la mejora continua. Es una forma de lanzar un mensaje de transparencia y confianza a la sociedad”.