
En este inicio del siglo XXI se han producido muchos cambios sociales. Quizá uno de ellos es la relación de las empresas con los clientes. En el ámbito escolar, la relación entre el centro y las familias. Ello implica escuchar a las familias para conocerlas bien y saber comunicarse con ellas. ¿Qué necesidades tienen? Hay que prestarles toda la atención cuando visitan el centro escolar. Y seguir atendiéndole a lo largo del tiempo en que forma parte de la comunidad educativa. Incluso, en los siguientes años. La atención a las familias es un trabajo de todos los miembros del centro: profesores, PAS y dirección.
Las formas de comunicación también han cambiado, pasando de un trato presencial a una relación digital, sobre todo, con las TIC. En cualquier caso, nadie pone en duda que la comunicación es una herramienta poderosa para tres cuestones:
- Dar a conocer un centro y atraer a las familia.
- Darles la atención que se merece.
- Para implicar a las familias en la educación de sus hijos.
La comunicación implica la palabra, tanto presencial como escrita, pero es mucho más, porque la comunicación debe ser un proceso bidireccional. Hay que saber escuchar y comprender lo que la otra persona, en este caso las familias, desean, necesitan o simplemente quieren compartir. La comunicación es un proceso por el que se comparten datos e información en forma de problemas, inquietudes, dudas y necesidades. Las dos partes deben entenderse. En la comunicación presencial tan importante como hablar es escuchar y responder siguiendo algunas sencillas técnicas.
El mejor procedimiento para ejercitar esta comunicación de proximidad es la actitud de escucha. La escucha debe ser activa. Como resaltan los expertos, en la comunicación presencial esa escucha debe buscar la sintonía con las familias, estar pendientes de lo que dicen, concentrarse en lo que están diciendo, tanto en las palabras como en su comportamiento corporal. Además, la atención requiere que no se emitan juicios acerca del mensaje que está diciendo y no llegar a conclusiones precipitadas, por lo que debemos escuchar hasta el final.
La conversación debe desarrollarse sin distracciones. A la hora de responder, se deben evitar las respuestas superficiales y generalistas. Hay que personalizar el mensaje, incluyendo parte de la información que a las familias ha ofrecido en la respuesta que les dé bien de la dirección o un tutor.
La proximidad a las familias debe reflejarse en la atención que se le presta, que tenga la sensación de que se comprenden sus sentimientos, sean del tipo que sean: preocupación, falta de motivación, entusiasmo o alegría, entre otros. En esa cercanía, la familia debe ser interrogada por lo que quiere que se haga en su favor, para entender el alcance de su estado anímico, de sus necesidades y de sus posibles comportamientos. Por último, habrá que trabajar la confirmación de la solución: repetir la solución propuesta hasta que haya quedado clara y sin que exista ninguna duda al respecto.
En esta comunicación de cercanía, los expertos afirman que siempre se debe ser sincero e indicar si la respuesta que está demandando es conocida o desconocida, es posible desarrollarla o no, están en manos del centro o no. Se deben evitar ofrecer respuestas al azar, que solo puede llevar a una verdadera situación de desastre. La información que ofrezcamos debe ser precisa y actualizada.
Recordemos, antes de hablar hay que escuchar con actitud de cercanía, proximidad, con verdadero interés.